MADRID.- De acuerdo: mirando esa foto de ahí al lado, su protagonista parece más un talludito aprendiz de Harry Potter que otra cosa.
Sin embargo, el tema es más serio de lo que parece: Ignacio Merino, flamante director de comunicación de la Gran Logia Simbólica de España y maestre de la logia madrileña Hermes Tolerancia Nº8, sostiene su espada de venerable en un céntrico templo de esta «religión laica», según dice él mismo, en el distrito centro de Madrid.
El diario el MUNDO tuvo esta semana acceso al lugar, oculto en un edificio de viviendas y preñado de compases, escuadras, columnatas metálicas y otros símbolos masónicos. Y el reportaje pretende ser, a su vez, símbolo del aperturismo en que se ha embarcado en España la orden, que se quiere quitar de encima la leyenda negra de comeniños y conspiradores que le persigue casi desde su fundación en 1730.
El hall del templo, llamado Salón de los Pasos Perdidos –«como el del Congreso de los Diputados»–, es una pequeña estancia repleta de imágenes y símbolos: una foto de Antonio Machado, a quien los masones reclaman como suyo, el armario en que se guardan los mandiles para los ritos... Se abre una puerta y entramos en el templo de la logia Hermes: apenas 30 metros cuadrados, las paredes pintadas de rojo, un suelo ajedrezado con una capa de sintasol, varias columnatas de hojalata, una espada para cada miembro de la logia y la del maestre, zigzagueante por ser la autoridad.
Una luz negra, como de sala de revelado, tiene que mantenerse siempre encendida. Y por doquier siglas de todo tipo: LIF significa «Libertad, Igualdad y Fraternidad», el lema que los masones dicen haber adoptado «antes incluso que la Revolución Francesa». El más complejo «ALGDGADU» significa «A La Gloria Del Gran Arquitecto Del Universo».
Merino confirma que Tintín, «o mejor dicho Hergé, su creador», fue masón. No Rodríguez Zapatero, pero «probablemente sí su abuelo, y los principios masones inspiran muchas de sus políticas: la equidad, el igualitarismo». Más: «El ex ministro Jerónimo Saavedra y Mario Conde han admitido su cercanía con la masonería». ¿El famoso contubernio que tenía a Franco asustado? «Ahí inciden dos factores. Por un lado, el padre y el hermano de Franco eran ambos masones y un buen par de vividores, así que él asoció el sufrimiento de su madre con la masonería.
Aún así, al parecer pidió el ingreso en una logia en Larache y no fue admitido por no dar el mínimo. Por otro lado, Franco y Hitler se creyeron los protocolos de Sión, creados por un masón renegado que a finales del siglo XIX, que aseguraba que había un gobierno mundial en la sombra de judíos, masones y bolcheviques. Hitler se dedicó a los judíos y Franco a los masones: en 1936 habría 8.000 masones en España, y él firmó 15.000 sentencias de muerte. Ni a los comunistas castigó con tal saña», dice Merino.
¿En qué consiste exactamente la masonería? «Esto es una religión laica que procede de los templarios de la Edad Media, es un método de aprendizaje filosófico para vivir mejor que depende de signos y símbolos». En España, cuenta Merino, hay dos corrientes: los liberales, la suya, que admite mujeres y no se basa en la existencia de su ser superior, agrupada ahora en el Entorno Masón Liberal Ibérico, unas 600 personas; y los regulares, sólo masculinos y que deben creer en un supremo creador del universo.
Ambas quieren ahora abrirse a la sociedad, superar las épocas en que «teníamos que permanecer en la clandestinidad para sobrevivir». La masonería quiere pasar «de sociedad secreta a sociedad discreta». Que el secreto se mantenga sólo en torno a sus tenidas, que así se llaman las ceremonias. «De hecho, en ellas no está permitido hablar de religión ni de política, porque la fraternidad respeta las creencias de cada cual. Tampoco hacemos proselitismo alguno, pese a la leyenda negra».
Los regulares, unos 2.000 en España y de fuerte influencia anglosajona, harían más lobby que los liberales, y funcionarían más como forma de ascenso social. «Eso del lobby funciona más en EEUU, aquí hemos salido de las catacumbas», dice Merino mientras se ajusta el mandil. Dice que a su logia, llamada Hermes, vienen «unas 30 personas de todas las procedencias sociales», dato indemostrable porque no permite la asistencia a rito alguno.
El templo, situado en un edificio antiguo del distrito Centro de Madrid, es una suerte de decorado circense con un cielo nocturno pintado en el techo. Una plomada cae en su justo centro «como símbolo de la justicia y la equidad». varias mesas con mazas, situadas en las esquinas de la estancia, simbolizan «la sabiduría, la fuerza y la belleza».
A Merino, que se dice ateo, no le acababa de gustar un triángulo con un ojo en el centro que preside el frontispicio de la especie de altar. «Sin embargo», cuenta soñador, «un día vi que tiene nubes y me lo imaginé como un mundo, y ahora lo veo como la conciencia, es la conciencia del planeta... Y puede parecer acomodaticio pensar así, pero es una prueba de libertad responsable, y los masones...».
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