domingo, 10 de agosto de 2008

Un Mason Peruano llamado Garibaldi

Fuente: Torres Chávez, Claudio.
"¡Oh! Masones Admirables".Lima, Perú, 2007.
domingo, agosto 10, 2008

La convicción masónica

Escrito por R:.H:. Amando Hurtado
Miembro de la Respetable Logia Génesis IV
Gran Logia Ibérica Unida
Con frecuencia, quienes comentan la llamada “parte histórica” del Libro de las Constituciones” que, bajo la dirección de James Anderson, publicó la Gran Logia de Londres en 1723, manifiestan su sorpresa ante lo que podría considerarse un cúmulo de inexactitudes históricas, palmarias para un lector medianamente instruido de nuestro tiempo.
La indiferenciación entre leyenda mitológica y narración histórica parecería permitir asociaciones peregrinas y conclusiones fantásticas... Pues bien, en ello radica la esencia del simbolismo masónico. Lo que para las religiones es “narración de hechos”, en la que basan conclusiones dogmáticas, en Masonería importa tan sólo como apariencia encubridora de unos determinados valores, sin que tenga importancia su objetividad histórica. Aprendemos de los símbolos, relativizando los hechos (supuestos o reales). Y, en ese sentido, es posible comparar el mito solar con la “historia” de Jesús de Nazaret, la de Osiris o la de Mitra... Nuestro método ritualizado va más allá de la mera racionalidad, apuntando al hombre integral. Una cosa es ser razonador y razonable y otra bien distinta es ser “racionalista”.
En Masonería no existe una dogmática. Lo que podríamos llamar “convicción masónica” se patentiza en una actitud de apertura espiritual que busca “reunir lo disperso”. Tanto los temas específicamente religiosos como los políticos se descartaban ya explícitamente como objeto de la especulación de las logias en el texto de las primeras Constituciones fundacionales de la Orden, desechando por igual para los masones el ateísmo “libertino” y la necesidad de adscripción forzosa a cualquier convicción religiosa o política. En la balanza de intenciones de James Anderson, Théophile Desaguliers y demás masones de aquella primera hora, el peso fuerte era la necesidad de forjar una Fraternidad de carácter universal a partir de valores éticos comunes a todas las religiones en liza. Las luchas fratricidas entre los diversos bandos venían asolando Europa desde el siglo XVI al XVIII ininterrumpidamente. La formación iniciática contemplada parecía centrarse, sobre todo, en la activación de ideas-sentimiento que llevasen a cada individuo a contribuir personalmente en la construcción de una sociedad más fraternal y, por tanto, más justa y pacífica.
El tema del Ser no sería soslayado por quienes se proponían “tallar la piedra bruta” en el seno de una Fraternidad que postulaba el amor universal como supremo valor ético. Sin embargo, la proyección fraternal del pensamiento masónico a nivel planetario exigía un mayor esfuerzo de abstracción que el que había caracterizado a las diversas formulaciones del cristianismo, ancladas desde siempre, a nivel popular, en un antropomorfismo maquillado, heredado del paganismo decadente del imperio romano. La absoluta trascendencia del Ser supremo conlleva la transferencia de su definición conceptual al campo de las ideas-arquetipo, tal como habría de proponer más tarde Emmanuel Kant y, como tal idea, la de Dios no precisa soporte ontológico alguno, puesto que las ideas carecen de existencia ontológica, siendo utilizadas por la razón como referencia. Sólo de esta forma aparecía como posible la superación de los enfrentamientos religiosos que perturbaban la paz social.
Desde el siglo XVIII y a lo largo de los dos siglos siguientes, buena parte del pensamiento masónico situó en Dios-Idea el principio que puede inspirar, como símbolo activo común a todos los hombres, las aspiraciones ético-espirituales de cada uno de ellos con entera libertad interpretativa, descartando la conflictividad a la que históricamente han conducido las definiciones ontológicas tradicionales. La Masonería centró su interés en la eficiencia operativa de la Fuerza generadora implícita en la Idea-Dios, tomada como símbolo de la construcción universal. La Obra cósmica contiene las pautas que rigen la existencia y la estructura de todas las cosas, por lo que la dinámica que la anima y sostiene se simboliza como Gran Arquitecto del Universo y son precisamente tales pautas en el mundo manifiesto las que interesan primordialmente al masón en su análisis de sí mismo y de la Naturaleza en la que se halla inscrito.
El Gran Arquitecto del Universo es el Verbo operante, la Luz primordial generadora o cualquier otro símbolo de la Realidad total innombrable, por cuanto trasciende nuestra capacidad definitoria. En definitiva, es el gran parámetro de la Construcción masónica. La mística masónica consiste en la ascesis hacia la Sabiduría (Sofía) que se expresa en el orden universal y que se manifiesta en los “misterios” que el hombre aborda gradualmente, no sólo desde su condicionamiento racional, sino aprendiendo a desdoblar en ese proceso todas sus facultades potenciales, activando niveles de conciencia superiores a partir del razonamiento filosófico. El conocimiento de sí mismo ha de conducir a la vivencia de la interacción universal y al sentimiento de participación en un Todo cósmico.
Los procesos mentales humanos se activan estableciendo analogías, a partir de símbolos. Y simbolistas son todos los desarrollos culturales. La apertura de la mente que nos permite pasar de lo más concreto a lo abstracto, o de lo inmanente a lo transmanente, desarrollando primero una conciencia individual, para pasar luego a considerar el mundo circundante en sus diversas manifestaciones y, después, acceder a otros planos de expansión del conocimiento, constituye la vía tripartita de lo que se ha llamado siempre “iniciación”.
La explicación que del término “fe” da el Diccionario de la Real Academia, en su edición de 1992, señala que "es la primera de las tres virtudes teologales: luz y conocimiento sobrenatural con que, sin ver, se cree lo que Dios dice y la Iglesia propone". Una vez más, parecería que, mediante esta dogmática definición, nuestra vetusta Academia desease dar por sentado que, con independencia de la aconfesionalidad constitucional de los hispanoparlantes, el término “fe”, como descriptivo de una virtud, haya de vincularse inevitablemente a “la Iglesia”, intérprete privilegiada de “lo que Dios dice”. Podría tratarse de una apropiación indebida de los valores en uso del idioma, que es un bien colectivo, por parte de quienes deberían actualizarlo y pulirlo.
La postura masónica no atribuye virtud a “creer lo que no vimos”, sino más bien a “dudar de lo que vimos”, cuando la duda es consecuencia de la íntima búsqueda de la verdad. La fe religiosa suele ser un hábito adquirido de con-fianza, aceptación compartida o creencia, en alguna supuesta realidad objetiva “traída” hasta nosotros mediante una tradición “incuestionable”, porque se nos asegura que transmite hechos o verdades que, de otra forma, serían inaccesibles para el Hombre. En este sentido la fe se identifica con un cuerpo de doctrina dogmática. La “virtud“ viene a ser la capacidad de aceptación de una “revelación”, pero no pasa de representar lo que en otros términos llamamos “buena fe”, referida a la confianza que puedan inspirar quienes hayan logrado ganar crédito asegurando ser transmisores de una enseñanza tradicional que suele apoyar su credibilidad en maravillas o milagros. Por añadidura, esa fe redime de las “penas” que todo hombre merecería por haber nacido corrupto, con lo que la fe se convierte en algo así como un sentimiento de seguridad. Atentar contra esa seguridad, de alguna manera, ha venido siendo siempre socialmente peligroso.
Sin embargo la auténtica confianza es un sentimiento consciente, resultante de un proceso de análisis llevado a cabo personalmente por cada individuo. En ese análisis consciente intervienen factores de diversa índole, en función de la sensibilidad y del bagaje cultural y psíquico individual. Existir como hombre implica un proceso evolutivo, de secuencias sucesivamente concienciadas, a través de las cuales accedemos a una forma de conocimiento que nos es propia. Llegamos a ese conocimiento partiendo de percepciones sensibles que clasificamos racionalmente estableciendo analogías. Las analogías establecidas pueden activar nuestra mente induciendo planos de conciencia diferentes del habitual, permitiéndonos, por así decirlo, saltar a otra “onda” del psiquismo humano. Individuos con diferentes equipamientos culturales alcanzan ese “salto”, que se produce como consecuencia de su propia estructura psíquica, que puede resultar estimulada por “agentes” diversos.
La explicación, en términos convencionales, de la experiencia alcanzada interiormente - es decir, traducida al código de expresión o idioma de la comunidad - representa la proposición de un “descubrimiento” ofrecido a los demás por el descubridor. Pero lo que éste no siempre podrá hacer, será explicar su propio proceso de “salto” de forma válida para otros.
La Iniciación a la que aspiramos los masones constituye lo que podríamos llamar “fe dinámica”, frente al concepto de fe “estática” o “creencia” definido por la Academia Española, que no presupose el desarrollo individual como condicionante del acceso al Conocimiento y que limita el margen de colaboración del “creyente” a una posible especulación sobre pautas morales de comportamiento, en función de determinados dogmas. La actitud masónica es existencial y forma parte del esquema mental y anímico que el masón va forjando en sí mismo a través de la Iniciación, como ocurre en el proceso de aprendizaje de un oficio. No se trata de una simple “aceptación” de información recibida desde el exterior, sino de una realización-sentimiento que parte del análisis de nuestras circunstancias para llevarnos al descubrimiento del yo interior auténtico y al análisis de nuestra relación con la realidad en la que nos hallamos inmersos. El Maestro masón lo es a la manera en que pueden serlo quienes, disponiendo de unos conocimientos y unos utensilios que les son familiares, pasan a “construir” en función de un sentimiento íntimo de lo aprendido. Su magisterio no es “docente”, sino ejemplar. Los utensilios y conocimientos están al alcance de todos, pero el trabajo u obra resultante será magistral tan sólo en la medida en que pueda reflejar arquetipos de Belleza, Fuerza, Sabiduría, Justicia, etc., fundamentales para el desarrollo del Arte Real. La impronta creativa será siempre intransferible, al igual que la que anima y da carácter a una misma partitura en función de quien la ejecuta, aunque el texto sea el mismo.
El talante de la aproximación masónica es, pues, claramente alquímico. El paso de los metales de una a otra fase en el proceso de trasmutación traduce el paso de uno a otro nivel de conciencia por parte del alquimista. La meta es el Oro o Luz incorruptible, equivalente a una Gnosis mística, que consistiera en el conocimiento alcanzado a través de una percepción final total y simultánea, en la que olores, colores, sonidos, sabores , espacio y tiempo, como datos en los que se apoya la percepción humana para acceder al mundo mental, aparecieran como dimensiones interactivas, componentes de una realidad en la que estaría y se sentiría integrado el mismo perceptor. Tal vez algo de esto sentía Juan de la Cruz cuando clamaba:
Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado
y el espíritu dotado
de un entender no entendido,
toda ciencia trascendiendo.
La metodología iniciática fundamental, recogida y transmitida mediante rituales por la Masonería, antes y después del siglo XVIII, ha llevado superpuestas enseñanzas profesionales primeramente, enseñanzas filosóficas después y preocupaciones moralizantes de dimensión individual o social, en función de las pulsiones del entorno histórico, más tarde. Tales circunstancias temporales han eclipsado a veces el mensaje masónico de fondo, haciendo aparecer como fines últimos de nuestras inquietudes lo que sólo son hitos de aplicación práctica en el camino iniciático, puesto que el modo masónico de Iniciación es inseparable de la acción constructiva. Los secretos profesionales de los masones operativos, la especulación filosófica, la oferta de ayuda moral y material al prójimo y la aspiración a una sociedad más justa, basada en la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad, han representado en cada momento plasmaciones en las que se concretaba la praxis social de nuestra “memoria sagrada” iniciática. Sin duda, los masones consiguieron, en momentos diversos, catalizar o inducir la catalización de impulsos de esa naturaleza en el seno de la sociedad profana, contribuyendo a los cambios históricos habidos a lo largo de los dos últimos siglos, al diluir en el patrimonio efectivo de la humanidad conceptos y normas que han constituido, desde su origen, principios de convivencia masónicos.
Publicado por El Indoamericano en 8/10/2008 11:38:00 AM 0 comentarios
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Venezuela: CINE FORO - Bolívar y el Arca de la Alianza, SECRETOS DEVELADOS
Invitación:
Sábado 16 de Agosto, cine foro en Gran Templo de la Gran Logia de Venezuela,
Bolívar y
el Arca de la Alianza,
SECRETOS DEVELADOS
Hora:
10 am. (HORA MASONICA)
Lugar:
Jesuitas a Maturín, Caracas, Venezuela
Mayor información:
0414.113.05.50
0414.916.87.26
0412.235.67.89
Organiza: WWW.MASONICOS.COM
Publicado por El Indoamericano en 8/10/2008 11:08:00 AM 0 comentarios
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Un Mason Peruano llamado Garibaldi
Fuente: Torres Chávez, Claudio."¡Oh! Masones Admirables".Lima, Perú, 2007.
El más famoso y querido patriota de la Unificación Italiana, Giuseppe Garibaldi estuvo en el Perú y se nacionalizó peruano. Garibaldi primero llegó a Paita en octubre de 1851. En este puerto norteño fue alojado por la recordada Manuelita Sáenz, la mujer de Simón Bolívar. La Libertadora del Libertador estaba anciana y enferma, pero con fuerzas suficientes para atender al ilustre huésped. Ya en Lima Garibaldi se hizo capitán de un barco con el cual comercializó el guano en el mercado chino. También exportó algodón y lana a Estados Unidos. En el Perú cultivó la amistad con muchos limeños, se dedicaba intensamente a la lectura, jugaba bochas y se hizo muy aficionado a la corrida de toros.
Giuseppe Garibaldi nació en Niza (Italia) el 4 de julio de 1807. Toma contacto con el Socialismo de Saint Simon y, en 1833, se afilia a "Joven Italia", la sociedad secreta fundada por José Mazzini. Ingresa a la marina de guerra donde difunde nuevas ideas entre los marinos, siendo descubierto y acusado de complot, debe huir y es condenado a muerte en ausencia. Se embarca, en 1834, como segundo capitán en un barco que parte para Brasil y a su arribo pasa a servir en la "Revolución Farrouphila Republicana" de Río Grande del Sur, en la que están comprometidos varios exiliados italianos, como Livio Zambeccari, Rossetti y otros. Sirve a la Revolución como Jefe de la pequeña escuadra Riograndense.
Arriba a Montevideo, en 1841, por tierra, arreando una tropa de ganado vacuno. Asume como Jefe de la marina de guerra del Gobierno de la Defensa. Organizó y fue Jefe de la Legión Italiana de Montevideo. Como tal emprende numerosas operaciones entre las cuales el 8 de Febrero de 1846, la Batalla de San Antonio (Salto). Sobre su filiación masónica existen discrepancias: unos afirman que fue iniciado en la Logia Asilo della virtud en Italia hacia 1836, mientras que otros afirman que fue iniciado en Agosto de 1844 en Uruguay, en la Logia Les Amis de la Patrie bajo la jurisdicción de la Gran Logia de Francia.
Poco después, en 1848, se embarca de regreso a Italia, con menos de cien de los hombres de su Legión, cuya mayor parte queda en Montevideo entre los que acompañaron a Garibaldi, estaba su querido Secretario Andrés Aguiar quien muere a principios de 1849 cuando los Franceses atacan la República de Roma. Ya en la Península itálica, en 1849, combate por la República de Roma, siendo derrotado por el ejército Francés.
En septiembre de 1851, desde América Central tomó un vapor que lo llevaría al Callao. Esa nave se detuvo temporalmente en Paita, puerto norteño del Perú, donde conoció a Manuelita Sáenz, quien había sido compañera y amante de Simón Bolívar. Seguramente con la ya anciana Manuelita conversó acerca de Bolívar, personaje que al igual que Garibaldi fue Masón, libertario y luchador por la independencia de su patria. Un miembro de la colectividad italiana, el señor Pietro Denegri le dio el comando del "Carmen", un barco de 400 toneladas, en el que Garibaldi emprendió un viaje a China. En Lima y Callao, al igual que en casi todos los puertos latinoamericanos, en esos años se habían establecido pequeñas pero activas colonias de genoveses, mercaderes y marinos, que constituían la punta de avanzada de la moderna inmigración italiana en América. En Perú había demanda de capitanes de barcos, pues la marina mercante estaba en expansión. Garibaldi buscaba empleo, en espera de una mejoría de las condiciones políticas en Italia.
Garibaldi, adquirió la ciudadanía peruana, como condición para poder obtener la licencia de capitán de barco. Apenas quince días después de su arribo, el 20 de octubre, el capitán peruano Manuel de la Haza (también Masón, miembro de la Logia Concordia Universal Nº 2 del Callao) declaraba que Garibaldi: "natural de Génova y ciudadano peruano... había demostrado suficiente inteligencia en la náutica y en los mares de Europa y de América y en número mayor de viajes que los que se requieren para aspirar a la clase de piloto de altura". Garibaldi había estado buscando en Estados Unidos una licencia para navegar, cosa que allí no pudo obtener. En Perú funcionaba una cédula de la "Giovane Italia", liderada por el médico genovés Manuel Solari, primo de Mazzini, quien también era refugiado político. Solari fue quien contactó a Garibaldi con un comerciante genovés, Pietro Denegri, quien estaba incursionando en el comercio de guano, sustancia fertilizante producida por las aves que se alimentan con los peces de la corriente fría del Pacífico Sur y que anidan en la costa peruana. En noviembre Garibaldi realizó un viaje a unos 500 km. al sur de Lima, para cargar guano. Durante el tiempo de carga desembarcó en Pisco y visitó unos cuantos lugares del departamento de Ica, recibiendo la entusiasta acogida de varios inmigrantes ligures que se habían asentado allí.
A pesar de la fama que tenía Garibaldi, en el Perú no tuvo ningún reconocimiento oficial, pues era prófugo político. Y Giuseppe Canevaro, el cónsul del reino de Cerdeña, de filiación monárquica, observó una actitud de distancia frente a él, obedeciendo disposiciones de las autoridades de Turín. A Garibaldi los militares del Perú lo admiraban debido a sus gestas en la guerra contra Rosas y en la defensa de Roma. El gobierno del Perú era republicano, pero la mayor parte de la población odiaba tal sistema, por las continuas revoluciones que en el pasado habían asolado al país, y por el continuo despojo de la hacienda pública. En realidad las autoridades peruanas no podían hacer ningún reconocimiento oficial a Garibaldi para evitar enfrentamientos diplomáticos con el reino de Cerdeña, con el que tenían interés de estrechar relaciones diplomáticas.
El 10 de enero de 1852 Garibaldi partió hacia Cantón (China), llevando un cargamento de guano en el velero "Carmen", que había sido adquirido poco antes por Pedro Denegri en San Francisco. La tripulación de ese barco estaba compuesta casi integramente por ligures. El viaje de Garibaldi al Oriente duró un año, pues regresó en enero de 1853. Además de tocar las costas de China, tocó tambien las de Australia. Este viaje generó polémicas entre los biógrafos de Garibaldi. Algunos señalaron que en la travesía de retorno, se habrían traído trabajadores chinos, los denominados culíes, que en esos años comenzaban a llegar al Perú. En realidad se trataba de un tráfico de semi esclavos, pues los contratos eran hechos en forma poco clara y los trabajadores eran "vendidos" a los hacendados peruanos para trabajar en plantaciones, en condiciones muy duras y sin libertad para salir de las haciendas. De estos hechos que maliciosamente se le atribuyeron a Garibaldi no se han encontrado evidencias. Lo que se sabe con certeza es que, cuando Garibaldi ya no estaba en el país sudamericano, el velero "Carmen", que seguía en posesión de Denegri, estuvo dedicado al transporte de colonos chinos al Perú.
El lugarteniente de a bordo de ese barco narró detalles interesantes de la travesía de regreso a un periódico italiano. Contó que se dieron varias dificultades: una tormenta obligó a cambiar el rumbo lo que originó pérdida de tiempo y que los alimentos y el agua se terminaron antes de lo previsto y debieran ser racionalizados. Los tripulantes tuvieron que pescar para tener comida e incluso cazar ratas a bordo. La situación se hizo bastante difícil por la queja de los tripulantes. Garibaldi debió enfrentar un conato de motín, cosa que pudo evitarse gracias a su carisma personal; arengó a los tripulantes como cuando estaba en el campo de batalla y debió evitar que varios se tirasen al agua en plena tormenta, pues pensaban que el barco estaba por hundirse. He aquí un extracto de las declaraciones del tripulante:
"La tormenta duró tres días, que nos parecieron tres siglos de agonía. Sin Garibaldi la tripulación se hubiera ahogado antes que soportar los tormentos por los que pasó... Garibaldi no era un hombre que nos comandaba, era un semidiós... Pero no estábamos al final de nuestras desventuras, pues el armador Denegri daba a los marinos de sus barcos la menor cantidad posible de víveres, por temor a que se malograsen.. . Los males que sufríamos se hacían intolerables, nuestras pupilas brillaban con luz enfermiza, el delirio se adueñó de nuestros sentidos y una sangrienta revuelta estuvo a punto de estallar. Solamente la capacidad de Garibaldi y su prestigio pudieron evitarla..." .
Finalmente la barca "Carmen" llegó al Callao, con la tripulación famélica. Antes del regreso de Garibaldi de su viaje a China, se reunieron en Lima numerosos refugiados republicanos italianos a la espera de su retorno. Fue objeto de muchas atenciones por parte de sus partidarios y se realizaron banquetes en su honor. Manuel Solari, el representante de la "Giovane Italia" en el Perú, en esta oportunidad vendió bonos a favor de esa organización para financiar actividades militares en Italia. La presencia de Garibaldi durante esos meses ha dejado recuerdos en el Perú. Uno de ellos se refiere a sus actividades en la Masonería peruana, pues según testimonios de viejos Masones del Callao, Garibaldi asistió a una reunión en ese puerto donde se inauguró una Logia que recibió el nombre de Cruz Austral Nº 5 a sugerencia del mismo Garibaldi, quien manifestó en la ocasión, el 28 de Mayo de 1853:
"En la soledad de mis noches estrelladas, en el puente de mando de mi último viaje a la milenaria Asia, me ha fascinado una vez más, esa refulgente constelación de estrellas que colocadas en forma de cruz por el G:.A:.D:.U:. sirve de guía en el hemisferio austral. ¿Cuántas veces en mis noches de soliloquios le he expresado mis deseos de que me conceda también ser guía de la juventud de mi pobre patria tiranizada? ¡Que no cierre los ojos sin verla unificada, antes que termine mi peregrinación por los caminos del mundo! Si yo deseara nombre para una Logia a fundarse que fuera grande, fuerte y anhelara que fuera guía de los Masones y de la Masonería Universal, yo a esa Logia le pondría Croce Australe".
Durante su estadía en el Callao, Garibaldi frecuentó a numerosos inmigrantes, con los que compartía sus anhelos por la independencia italiana. Varias anécdotas al respecto fueron recogidas posteriormente por Nino Barazzoni, médico que trabajó en el Callao. Es que para los inmigrantes italianos de Lima y el Callao, Garibaldi se convirtió en leyenda viviente y símbolo de la lucha por la unidad italiana. Numerosas pulperías tenían una efigie del héroe y hasta se puso su nombre a varias compañías de bomberos en Chorrillos y a una en el Callao. En ésta se conserva aún la carta autógrafa de Garibaldi, escrita en Caprera, su última morada, en la que el nicence concede el permiso para que fuera usado su nombre. Varios inmigrantes italianos residentes en Perú hicieron acuñar, en 1862, una medalla conmemorativa de la operación quirúrgica hecha a Garibaldi por los médicos Nélaton y Zanatti, quienes le extrajeron la bala que lo había herido en la famosa batalla de Aspromonte.
Garibaldi mantuvo su relación con círculos republicanos italianos en América Latina, que estuvieron bastante activos hasta la década de 1860. Las conexiones exteriores de los republicanos italianos se evidenciaron en la campaña internacional que se llevó a cabo para defender los intereses del Perú. En 1860, emprende la "Campaña de los mil" a Sicilia. En la Batalla de Aspromonte, en 1862, es herido y hecho prisionero por el ejército de Piamonte. En 1867, se produce la derrota de Mentana y el 20 de Setiembre de 1870 las tropas italianas entran en Roma. Garibaldi excluido de la toma de Roma va en defensa de 2º República Francesa, donde mantiene el frente de los Vosgos, durante la guerra Franco Prusiana, deteniendo a los alemanes en Dijon y Chatillon. Fue electo diputado de la Asamblea de Francia. En 1874 es electo diputado del parlamento italiano. El 2 de Junio de 1882, muere en la isla de Caprera, donde a su vejez se había retirado.
En septiembre de 1881, había sido nombrado autoridad máxima del Rito de Memphis y del Rito de Mizraïm. Se dice que fue él quien propugnó la unión de los dos ritos masónicos en una Orden Masónica; esta unión ha sido mal entendida como la fusión de los dos ritos.
Escribir sus memorias fue una constante en la vida de Garibaldi y ya en la isla de Caprera realizó lo que llamó "la Revisión de mis Memorias" editadas en Madrid en 1888. Su "prefacio a mis memorias" es un Resumen impactante a su azarosa existencia. Dice Garibaldi:
"Mi vida ha sido impetuosa: compuesta del bien y el mal, como creo está la mayor parte de las gentes. Tengo la conciencia de haber buscado siempre el bien para mi y para mis semejantes. Si alguna vez hice el mal, fue sin quererlo. Odio la tiranía y la mentira con el profundo convencimiento de que ellas son el origen principal de los males y de la corrupción del género humano. Soy Republicano, porque este es el sistema de gobierno de las gentes justas, sistema modelo cuando se adquiere y, por consecuencia, no se impone con la violencia y la impostura. Tolerante y no exclusivista, soy incapaz de imponer a alguien por la fuerza mi Republicanismo..."

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