Alejandro Florencio Gómez firmó su renuncia a la vicepresidencia de la Nación. El singular hecho nació rodeado de una espesa atmósfera de misterio, (Al resumir y presentar los hechos, VEA Y LEA, en su edición número 229, decía que "el país sigue desconociendo toda la verdad acerca de los dramáticos acontecimientos"; mencionó también que "en el caso Gómez actuó el petróleo".) Los elementos claves que determinaron la crisis gubernamental sólo eran conocidos —aparentemente—, por los dos principales protagonistas: el doctor Frondizi y el doctor Gómez.
Y ambos no fueron explícitos. Es cierto que cambiaron entre al cartas dramáticas. Y también lo es que, durante una semana, el caso permaneció en la primera plana de nuestros diarios. Pero la suspicacia habitual del hombre de la calle (que suele creer que los políticos siempre hablan con metáforas) fue agigantando una duda que se expresaba con esta pregunta; "¿Por qué cayó Alejandro Gómez?" La verdad histórica estaba rodeada de alambres de púa. O parecía estarlo.Este cronista se ha dedicado durante cuatro años a dar vueltas en torno de ese cerco. Y pronto fue advirtiendo que, al fin, su paciencia sería recompensada. Un elemento aparentemente pueril que hallaba en un lugar sin importancia, adquiría significación en una visión de conjunto. Una anécdota era la clave. Una fecha tenía importancia. Una frase oída en la madrugada de un politizado café de la calle Callao, era la llave maestra que permitía profundizar la investigación.
Y al fin el cronista estuvo en condiciones de construir su propio esquema referido a los hechos. Es decir: el esqueleto de la verdad histórica. Después se dedicó a llenar los claros; conversó largamente con el doctor Luis Viscay, quien hace cuatro años ejerciera la secretaría parlamentaría del Senado. Ahora, la reconstrucción está completa. O casi completa.
LOS DOS SABEN QUE NO ES LA MISMA COSA
Frondizi y Gómez se conocieron en 1942. Desde entonces compartieron el fragor de paralelas vocaciones políticas. 15 años más tarde, en la ciudad de Tucumán, ambos fueron electos por el radicalismo intransigente para las dos más importantes magistraturas del país. Ya en marcha la campaña electoral, Frondizi y Gómez se comunicaban telefónicamente todos los días. Los domingos solían encontrarse para almorzar en un restaurante de Arrecifes, equidistante entre Buenos Aires (residencia de Frondizi) y Rosario (residencia de Gómez). A esos almuerzos, que permitían ir ajustando información y esquemas de futuro, Frondizi era acompañado, invariablemente, por el señor Raúl Gargione. Y Gómez por su esposa.
En enero de 1957 ambos candidatos hablaron en un acto público en Mar del Plata. Gómez afirmó entonces: "Los tratados de alianza continental no deben ser respetados". Y de inmediato, Frondizi: "Respetaremos los tratados porque el país es una continuidad". Evidentemente, en Arrecifes, no todo había sido coincidencia.Siguió de todas maneras el proceso electoral. Y sobrevino en julio de 1957 la elección de constituyentes. El radicalismo intransigente perdió el comicio y ello generó una sorda crisis partidaria. Gómez, que solía rotularle como "un reformador social nacionalista", culpó a "los ortodoxos marxistas Frigerio y Odena que manejaron la elección desde la casa de la calle Campos" (Avenida Campos 655).
La crisis se superó cuando se le entregó a Gómez la conducción política del partido, creándose el "Comité de Acción Política". Poco antes de que el candidato a vicepresidente regresara a Rosario, fue citado por Frondizi para una reunión en Río Bamba 482, sede del comité nacional radical. En esa reunión, Frondizi le expuso a Gómez por primera vez, su tesis sobre "el manejo de los factores de poder". Para Frondizi la realidad nacional se dinamiza por la interacción" de cinco elementos: las grandes potencias; los terratenientes, la Iglesia, las fuerzas armadas y los sindicatos. Esos son los elementos que él tendría que manejar para llegar al poder y para sostenerse en él después.Gómez no comparte ese criterio. Discuten. Un tercer contertulio (y amable componedor), sugiere que "los dos están diciendo la misma cosa". Pero Frondizi y Gómez saben que no. Que no es la misma cosa.
HACIA EL 23 DE FEBRERO
Gómez, desde su recién fundado "Comité de Acción Política", lanza el slogan: "Haremos 500.000 propietarios rurales más". Frondizi no está de acuerdo. Frondizi mantiene contactos con Monseñor Plaza. Y Gómez, que ha educado a sus tres hijos varones en escuelas católicas, es ahora el que no está de acuerdo.Exteriormente, la fisura conceptual que existe en la fórmula intransigente, no se advierte. Sólo cuatro o cinco personas siguen atentamente el proceso.
Gómez, desde su recién fundado "Comité de Acción Política", lanza el slogan: "Haremos 500.000 propietarios rurales más". Frondizi no está de acuerdo. Frondizi mantiene contactos con Monseñor Plaza. Y Gómez, que ha educado a sus tres hijos varones en escuelas católicas, es ahora el que no está de acuerdo.Exteriormente, la fisura conceptual que existe en la fórmula intransigente, no se advierte. Sólo cuatro o cinco personas siguen atentamente el proceso.
El 23 de febrero se avecina. Frondizi y Gómez comprenden, pulsando habituales elementos de juicio, que "ya pueden considerar ganada la elección".
Y, sin embargo, Gómez se entera por un común amigo suyo y de Frondizi, que "llegó la orden de Perón". El candidato a vicepresidente, sorprendido acude a un escritorio de Diagonal Sur en el que Frondizi atiende la campaña electoral. Allí, ante tres personas más, se suscita este singular diálogo:
—¿Qué hay de cierto, don Arturo, en ese asunto de la orden de Perón?
—Sí. Perón mandó la orden de votarnos.
—¿Estuvo Frigerio en ésto?
—No, don Alejandro. No.
—¿Y qué precio político le pone Perón a esta orden?
—Ninguno. Son cosas del "loco"...
Poco después sobreviene el triunfo de la UCRI en todo el país. El 24 de febrero Frondizi y Gómez almuerzan juntos en un restaurante de la avenida Corrientes casi esquina Callao. Gómez, en esa circunstancia, le ofrece a Frondizi su renuncia "para unir al radicalismo y cumplir el programa". Y sugiere que se le ofrezcan los electores del caso para la vice-presidencia a Amadeo Sabattini, descontando Gómez que el caudillo de Villa María sugerirá, a su vez, el nombre del doctor Santiago del Castillo.
Frondizi, aparentemente emocionado, rechaza el ofrecimiento de Gómez y lo abraza. La gestión que el ex diputado nacional doctor Manubens Calvet iba a realizar entre Sabattini, del Castillo y Gómez ya no tuvo sentido. Frondizi rechazaba de plano el renunciamiento de su vicepresidente.
Aquel almuerzo había servido para estrechar nuevamente una amistad que los dos hombres parecían entender como una comunidad de fines. El fragor de la lucha electoral había quedado atrás.Poco después, el general Uranga invita a su domicilio a un numeroso grupo de oficiales de alta jerarquía e invita a la vez, al doctor Gómez. Los jefes presentes le dicen a Gómez que "con jefes militares liberales, provenientes de la Revolución Libertadora, no podrán cumplir el programa del 23 de febrero" y lo instan a aconsejar a Frondizi el relevo de los altos mandos de las Fuerzas Armadas. Inmediatamente, el vicepresidente tiene otra reunión con dos generales de la Nación. Uno de ellos (el general Bengoa) le afirma sentenciosamente: "Esos jefes tienen razón. El 1º de mayo es el día. El 2 ya será muy tarde".
Gómez, que comparte , la tesis de Bengoa y los jefes nacionalistas, trasmite esas inquietudes a Frondizi. Y éste no acepta discutir el tema. Gómez entonces por primera vez acusa a Frondizi de traidor. La frase textual: "Usted, tiene miedo y por cobarde será un traidor".
Frondizi lo mira y no replica. Gómez se retira. Intuye que el programa de la intransigencia radical está muerto."¿HABRÍA ESCRITO YO UN LIBRO ASI ?"
A pocos días de resultar electos los dos "intransigentes", Nelson Rockefeller visita el país. Un hábil periodista ha descubierto sus entrevistas con Frondizi, quien formula declaraciones para el "New York Times", en las que adelanta la participación del capital privado en la explotación del petróleo argentino. Un nuevo tema, desde entonces, surge entre el presidente y el vicepresidente de la República.
El doctor Gregorio Meira, en aquellos días amigo íntimo del doctor Gómez, visita a éste y le trasmite su preocupación, puesto que -dice- todo el drama que se avecina "tendrá olor a petróleo". Gómez defiende con pasión a Frondizi, ante Meira. Difiere con el presidente en muchos aspectos que hacen a la conducción del país, pero cree saber que Frondizi es "el paladín del petróleo". Meira, entonces, le ruega al doctor Gómez que escuche a Silenzi de Stagni.
La reunión entre Gómez, Meira y Silenzi se realiza en el departamento que el vicepresidente ocupa en la avenida Libertador General San Martín. Silenzi, allí, le narra a Gómez su propia entrevista con Rogelio Frigerio y el "Plan petrolero del gobierno". Adelanta Silenzi, que según Frigerio, el mismísimo Perón está de acuerdo con la solución. Los sindicatos tendrán la llamada Ley de Asociaciones Profesionales y acompañarán al gobierno.Terminado el relato de Silenzi, arribó al departamento de Gómez el doctor Frondizi. De inmediato, Silenzi y Meira se retiraron. Quedaron Gómez, Frondizi y un viejo amigo del vicepresidente. Gómez inicia la conversación con el relato circunstanciado de lo expresado por Silenzi. Frondizi niega la imputación, sostiene que "Silenzi es un miserable" y apela a sus propios antecedentes en materia de defensa del petróleo.
—"Si yo fuera capaz de entregar el petróleo ¿habría escrito el libro que escribí?"Gómez se disculpa. Se ha desvanecido en Gómez el temor referido al petróleo.Al día siguiente, de todas maneras, Gómez solicita a Frondizi que Gregorio Meira sea, precisamente, secretario de Energía y Combustible. Se trata de una nueva medida de seguridad. Frondizi accede."EN ESTO NO PUEDO AFLOJAR"
Los diarios continúan difundiendo un rumor: muy posiblemente habrá contratos. Gómez cree saber que no es cierto. Pero conversa nuevamente sobre ese tema con Frondizi. Este le ratifica su posición y le confiesa al vicepresidente "que está jaqueado por poderosas fuerzas extranjeras. Habrá que hacer una operación apertura, que será la clave del futuro del país, pero téngame fe".
En la segunda quincena de julio de 1958, Frondizi le dice a Gómez que "el gran episodio que consagrará la tesis radical en la defensa del petróleo" está próximo; el día 24 hablará al país y expondrá su programa petrolero. Gómez tiene conciencia de que ese día será histórico. Frondizi invita a la ceremonia que se realizará en la Casa Rosada a los hijos de Hipólito Yrigoyen; a la familia del general Mosconi; a la viuda de Moisés Lebensohn y al obrero sobreviviente del lejano descubrimiento del "kerosene" en Comodoro Rivadavia. Será la gran fiesta del país.
Sin embargo, alguien le advierte a Gómez que en los manejos previos a la firma de los contratos, se encuentran los gestores Floyd Odlum y Henry Holland.
Frondizi le ruega a Gómez que no falte a la ceremonia. Gómez promete ir. Ceremonial de Casa de Gobierno le solicita reiteradamente que ratifique su presencia. Gómez afirma que irá. Media hora antes Frondizi le ruega puntualidad. Llegada la hora, Gómez hace descolgar los teléfonos de su despacho en el Senado.Se realiza en la Casa Rosada la ceremonia. El discurso de Frondizi ha sido vibrante. Dijo que habría mil millones de dólares para aplicarlos al plan petrolero.
Gómez sigue en su despacho del Senado. Pasada la hora, su secretario parlamentario doctor Viscay le pregunta: "¿Qué ha hecho, doctor?", a la que Gómez responde textualmente: "Yo lo estimaba mucho a don Arturo. Pero en esto no puedo aflojar".
Poco después, el país conocía los contratos petroleros. Dos semanas más tarde, en la quinta presidencial de Olivos, el vicepresidente se encuentra con un periodista quien le hace saber que él ha sido el gestor de los contratos con el grupo Odlum. Gómez, de inmediato, habla con Frondizi y le comunica que va a renunciar a su cargo. Le parece imposible que ese periodista haya sido, precisamente, el gestor de los contratos. Pero Frondizi le advierte:
—"¿Y usted le cree a ese hombre?"
Horas más tarde el mismo periodista visita a Gómez en su departamento de Libertador. Y le pregunta al vicepresidente: "¿Qué le dijo Frondizi?". Gómez respondió: "Que usted es un impostor". Y entonces, triunfante, el periodista abrió un portafolio y le mostró a Gómez el texto original, escrito en inglés, de los contratos, a la vez que le decía: "¿Y ahora qué opina de mí?". Gómez le respondió: "Que usted es un aventurero".Algo ha quedado definitivamente roto entre Frondizi y Gómez. La fisura inicial es ahora una irremediable fractura. Nada podrá unirlos nuevamente. Uno de sus amigos, que siempre se dedicó a superar desinteligencias entre los dos primeros magistrados, dice entonces en el restaurante "El Tropezón", de la calle Callao: "Ahora a esto ya no lo arregla nadie".
"SE QUE PERDÍ LA BATALLA"
El país político se agita en aquellos días. Los contratos, firmados, toman estado público. Los obreros petroleros de Mendoza van a la huelga. El país, además, se divide entre laicos y libres. Frondizi declara el estado de sitio. Se teme el sabotaje.
Gómez le confiesa a un amigo:
—"Tendré que irme. Sé que perdí la batalla".
—"Tendré que irme. Sé que perdí la batalla".
En esos días, el vicepresidente cena (en el restaurante "Lo Prete"), con un ministro y un subsecretario de la provincia de Santa Fe. Son amigos personales suyos. A ambos les dice que se va del gobierno. Que va a renunciar: "Frigerio me ha derrotado".
Relata entonces pormenores de las luchas intestinas en el gobierno y confiesa que por pedido de Frondizi y para defender el orden constitucional ha tenido que verlos a Manrique, a Aramburu, a Labayru, a Peralta y a otros jefes del ejército. "Y al día siguiente de cada reunión yo era el acusado de golpista y contubernista en la prensa oficial".El 10 de noviembre a las 22 horas, Gómez visita a Frondizi en la quinta de Olivos. Le reitera su pedido en el sentido de que los contratos pasen por el Congreso. Frondizi se niega. Gómez aduce que esa medida es indispensable para darles legalidad. (La verdad es que Gómez está seguro de que el Congreso no los votará). Frondizi vuelve a negarse. Y entonces surge, entre ambos, este diálogo:
—Usted, don Arturo, ¿está dispuesto a todo?
—Si, Gómez. Estoy dispuesto a todo.
Gómez entonces reitera su decisión de renunciar. Frondizi le pide 48 horas antes de tomar una decisión definitiva.
Y Gómez accede.
El vicepresidente se retira. De regreso al Congreso relata a varios amigos la entrevista. Y adelanta su renuncia en 48 horas más.
A la tarde siguiente (11 de noviembre), Gómez se encuentra en la puerta de su despacho con un alto oficial de las fuerzas armadas, cuyo nombre Gómez jamás ha dado. El oficial le asegura al vicepresidente que están dadas todas las circunstancias para un golpe militar, puesto —afirmó— que a este gobierno no lo quiere nadie". Luego, y ya sobre la medianoche, Gómez se encuentra casualmente con Raúl Damonte Taborda. Pasean por Palermo. Damonte Taborda entonces, enterado del cuadro general de la situación, le aconseja a Gómez que hable extensamente con el presidente.
El vicepresidente conversa a la mañana siguiente con el senador santafesino, doctor Augusto Bayol. Entre ambos discurren un camino de soluciones. Gómez propone una consulta de alto nivel a los partidos políticos y un cambio de gabinete para "radicalizarlo" y cumplir así con el programa de Avellaneda. Bayol acepta, entusiasmado, y le sugiere que hable con el doctor Vítolo.
Gómez se comunica inmediatamente con el ministro del Interior, quien aparece en el Senado a los 10 minutos.Cambian impresiones. Están de acuerdo en todos los problemas tratados salvo en el aspecto referido al nuevo gabinete que Vitolo sugiere sea de coalición, mientras que Gómez indica que debe ser partidario. Hablan de la consulta a los partidos políticos y Gómez afirma que debe ser Frondizi el que llame a los partidos. Vítolo indica que el presidente está en cama enfermo, y que en consecuencia debería ser el propio doctor Gómez el que llamara a la alta reunión. Gómez indica que lo hará si el presidente accede y que en tal caso desea tener junto a él, en esa circunstancia, a un amigo personal, el doctor Del Carril, ministro de Economía y al propio doctor Vítolo, ministro del Interior.
En el momento de partir hacia la quinta de Olivos, Vítolo indica que tiene una audiencia acordada en su ministerio. Gómez va solo a verlo a Frondizi. Allí, en Olivos, conversan largamente. Frondizi citará a la reunión de alto nivel si los acontecimientos inmediatos así lo exigen. El tono de la conversación es muy amable. Frondizi acompaña hasta el automóvil al vicepresidente y lo abraza al despedirlo.
Pero una hora después Gómez es llamado desde la Casa Rosada. Habrá una reunión con altos jefes militares. Preside la reunión Arturo Frondizi. El presidente, entonces, relata la entrevista de Olivos y manifiesta que Gómez está en conocimiento de un "complot" contra las autoridades del país y que la reunión tiene por objeto tratar el problema de la seguridad del Estado.
Gómez escucha estupefacto a Frondizi. El secretario de Ejército interroga a Gómez por el nombre del militar que le llevara la información referida al complot. Gómez indica que el presidente de la República, en cuanto comandante en jefe de las tres armas, conocía el nombre del militar en cuestión, y que si el doctor Frondizi lo consideraba necesario estaba dispuesto a relevarlo de la palabra de honor con la que ambos, entre sí, se habían comprometido. Frondizi sigue presidiendo en silencio. Un alto jefe militar interpela a Gómez levantando la voz. Gómez se pone de pie y con un "buenas tardes, señores", se retira del despacho presidencial."NI YRIGOYEN NI ELPIDIO GONZÁLEZ"
Al llegar el vicepresidente al Senado, el doctor Luis Viscay le alcanza un vespertino en el que se denuncia a Gómez "por traidor", a la vez que es transcripta la resolución del comité nacional de la UCRI por la cual se lo expulsa del partido. El bloque parlamentario, poco después, se adhiere a la resolución del comité nacional. Las radios dan detalles del "complot de Gómez". Desde todo el país llegan miles de telegramas pidiendo su renuncia. Uno de ellos es sugestivo. Dice así: "Doctor Gómez, ¿quien de ustedes dos es el traidor?". Alguien le notifica, además, que en el comité departamental de Rosario, se ha arrancado su retrato y lo han arrojado por las ventanas, a la calle. Gómez está rodeado por sólo cinco amigos.A uno de ellos (santafesino), le confiesa: "Salvado que sea mi honor, voy a renunciar. No tengo ya partido, ni amigos, ni voces de aliento. He luchado desde adentro y ahora se me acusa de traidor. Y a esta altura ¿quien aclara nada de nada?".
El país, entretanto, vive bajo un escándalo político sin precedentes. El rumor del golpe de Estado está en todas las bocas.Entrevista, entonces, a Gómez el embajador argentino en los Estados Unidos, doctor César Barros Hurtado. Este, que es amigo personal de Frondizi, de Gómez y de Larralde, le dice solemnemente:"Frondizi y usted están dando un espectáculo de inmoralidad ante el mundo. Si ustedes no sirven para honrar al país, al menos no sirvan para deshonrarlo".
Gómez queda anonadado.
Arturo Zanichelli, Piragine Niveyro y Raúl Damonte Taborda entrevistan, de inmediato, al vicepresidente. Los tres le expresan que "lo del golpe es un cuento chino manejado con fines políticos. Pero a esta altura el golpe ya puede ser una realidad".
Alguien debe evitar que el hecho ocurra: Gómez sabe definitivamente que debe renunciar. Frondizi responde a una carta suya en "mérito a la verdad histórica". Y le adelanta, privadamente, que en la Asamblea Legislativa, que deberá tratar su renuncia, se le hará justicia.
En la Asamblea Legislativa, su compadre Gómez Machado dijo el discurso acusatorio de circunstancias. Nadie le hizo justicia. Gómez atina a decir a cierto periodista: "Que mi sacrificio sirva para que a nadie más en el país y nunca, le hagan semejante infamia".
Al día siguiente, el doctor Frondizi envió al departamento de la avenida del Libertador a Samuel Smuckler. Le llevaba de parte del presidente una nota para que Gómez solicitara su pensión, sus cordiales saludos y el ofrecimiento de un largo viaje por el mundo, a cuyo regreso, Gómez volvería a alguna relevante función pública.Alejandro Gómez le respondió a Smuckler que no aceptaba ninguna de las tres cosas:—"Ni Yrigoyen ni Elpidio González lo hubieran hecho", afirma. Samuel Smuckler se retiró.
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